Quiero tocar las relaciones, saberme necesaria en la mirada e inventar el tiempo durante un encuentro.

Maku Sirera Pérez 

Me pierdo en el vacío de unas gratuitas letras que sin sentido me llevan a interpretar, desde el propio mundo, algo que invento cada día. Letras que suplen  un «Feliz cumpleaños» seguido de un amable tirón de orejas o «tengo que verte urgente para contarte un secreto» o «yo prefiero el alimento de nuestras conversaciones, lo que comamos en la cena me es indiferente».

¿Dónde está el sonido de una mirada entre un tú y yo o un nosotros? Ese que me estremece la piel y el sentido de mi misma con un simple «Hola»,  «te echo de menos», «¿te acuerdas de aquel día ?» , «nos vemos mañana», » ¡qué bien lo hemos pasado!», «más que un huevo de dinosaurio cuellilargo» , «¿tehedichohoyquetequiero?»

Ese sonido mágico que me envuelve como molinos de viento y Sancho Panza, con la panza hacia arriba, harta de engullir risas y «siesteando» el atracón de sonidos y músicas encontradas.

Ese que dulcifica más que un pastel de chocolate con leche y mil quilos de azúcar glaseado y espolvoreado, con una caricia de besos condensados y enriquecidos, con un enorme pastel como contraste de amistades y amores invencibles.

He perdido la voz que me recoge en lágrimas y sollozos y me consuela simplemente con un suspiro, cuando me siento necesaria de personas e inolvidable en  roce de almas.

He perdido observar como la piel se convierte en pequeños garbancitos, con diminutas antenitas a las que llamamos pelos, encargadas de chivar los subidones, reteniendo el amor dosificado, para atenderlo despacito en una explosión de ungüentos sabios y calmos.

Entre whatsapps y audios, entre videos, youtubers  y conferencias,  de un lado al otro del teléfono o de un lado al otro del mundo, escapamos de mirarnos y comprometernos a querernos, a quedarnos en las relaciones aunque sea tan solo un segundo.

La tecnología ha sido, es y será necesaria y enormemente productiva para la humanidad. Con ella, hemos avanzando y facilitado la vida y disminuido el tiempo y el espacio entre los que nos queremos y amamos, acercando lo lejano y disimulando añoranzas o rememorando recuerdos.

Sin embargo, como casi todo en la vida si nos excedemos, perdemos el valor de las miradas, el calor de tocarnos en relaciones de amistad y amor, lo que se creó para facilitar distancias, para conmover y remover vínculos,  parece que sin consciencia aumenta la distancia, la dimensión,  el tiempo, el espacio entre los humanos y hasta, hace desaperecer la proxemia por exceso de distancia y nos convierte en material social solitario.

Salir al encuentro de una risa,  de un juego, del olor de mis amigos y sus peculiaridades o el aroma del movimiento de una cucharilla de café, esa que contiene toda la magia del universo mientras nos enviamos un guiño.

Compartir un bocadillo a medias, tumbados en el césped recién bañado con minúsculas gotitas de hidratación matutina, que se mezcla con las lágrimas de risa y consuelo para ambos.

Quiero tocar las relaciones, es una necesidad urgente de subsistencia, de supervivencia,  de «relleno de amor».

Tocar a las personas e impregnarme de su esencia,  de la sabiduría de una conversación a tres o a cuatro o a mil.

Tocarnos con motivo o sin él,  alimentarnos de algo más que de gratuitos mensajes que nunca terminan por suplir el contacto de un abrazo, el lenguaje de un guiño o un gesto directo de, «todo está bien», «estoy contigo», «estoy tan cerca como tu latido».

Dejemos el miedo, dejemos la tecnología, dejemos el whatsapp para la utilidad y utilicemos el contacto, el encuentro, el abrazo, los besos, las caricias, las carcajadas compartidas en presencia, los chistes enlazados, los silencios apretándonos las manos, los paseos, las carreras, un buen vino con aroma eterno, los guiños, las sonrisas complices, la mirada con necesidad, como fuerza vital de supervivencia, como agua calma que reduce la temperatura de cualquier enfado.

Dejemos el teléfono para su utilidad primaria, para estar en contacto y «NO» ser el propio contacto a través del teléfono.

Quiero tocar las relaciones y sentirme necesaria y percibir la necesidad del otro al tocar, y de esta manera, seguir contando, rozando, intercambiando,  evolucionando y mezclando las esencias hasta perderme en ellas y olvidar, por un instante, que algún vez estuvimos separados. Tocar para llegar a lo más absoluto del motivo, sentirme parte del otro y «CELEBRAR» la vida como único motivo de existencia.

Tocarnos y bebernos como agua de mayo, esa que con su presencia  nos anuncia el colorido del verano y la mezcla de la diversidad y la pasión.

Quiero dejar el pasado para nunca , abrazar las relaciones sin distancia, recogiéndonos en un «Te amo» y sosteniendo, de forma amable, la mirada del que camina a nuestro lado, en un cuidar de vuelta a casa, de vuelta al amor, de vuelta al ABRAZO.

La cobertura es para la movilidad de la materia, del Ego y del control de lo incontrolable.

Tocar las relaciones y recorrerlas sin nociones, ni predicciones, sin comparativas,  siendo, confiando, cuidando y «TOCANDO».

Maku Sirera Pérez