Las manos de mi madre contienen todo el amor del universo, en sus brazos pace la comprensión eterna.

Maku Sirera Pérez

En el pasado vivía revoloteando a tu alrededor, en modo petición constante, con mi mirada puesta en ti y tu dirección, sin ser consciente de cuanto amor repartías, cuanto amor contenía cada una de tus acciones. Tú, completa en tu hacer y eternamente infinita en tu SER.

Leal a tus mujeres y a las mías, esas que forman parte de nuestro clan, esas que han sobrevivido a guerras internas y externas. Ellas, unidas por un mismo sentir mamífero y felino y galardonadas por cada renuncia a sus sueños. Ellas, que creían que esa renuncia les hacía más personas, ignoraban que ya eran personas en el mismo instante primero de vida cuando, aún su género, no había sido ni elegido.

Cada paso tuyo, cada gesto, cada mirada o cada abrazo contenía la intención de generaciones y generaciones de mujeres que ardían en pasión por la vida, a tu modo, a tu forma y con la lealtad de un clan repleto de intenciones maternas, con estandartes desafiantes, unidas por sus vientres de esposas delicadamente fieles y por mujeres con la piel tatuada en emociones ocultas, portadoras de encajes sutiles mostrados en la soledad de su única alcoba.

Observo tus manos, las de mi madre y observo abrazos recogidos, existe en ellas todo el tiempo de tu vida y la mía, la nuestra. Te observo durante horas, como si me postrara delante de un hallar a sentir como me transforma el fuego, ése que ha ardido en tus entrañas para recomponerme con olor a hogar y pierdo la noción del tiempo.

Viajo por tus venas prominentes que se hacen mostrar al latido de tu débil corazón, pum… pum… Y despierto de un viaje entre sístoles sincronizadas que jamás se separaron, como cuando me hallaba en tu regazo protegida del mundo y cobijada por tu amor altruista y regalado.

Viajo por tus experiencias convertidos en arrugas, como si éstas me contaran un cuento refugiada a tu lado antes de irme a dormir, entre tus brazos, con el latir de tu corazón recordándome la vida.

Y sin hablar me cuentas.- » Nada volverá a ser igual con mi partida, aunque todo tendrá sentido para ti cuando me vaya. Tendrás mis besos cada mañana, para poder regalarle a tus hijos el cariño que yo aprendí a darte. Cada noche encontrarás el calor de mis abrazos en el éxito de tu día vivido, para llenar con cada amanecer la vida entera de tus hijos y así, uniéndote a todas las mujeres de nuestro clan, perpetuar la unidad y el amor desde tu propia valía».

Viajo por tus manos, entre tu fortaleza y tu dulzura, con unas manos llenas de curación constante, como si las tuvieras impregnadas de medicamento para el alma y me dejo acariciar por ellas, aunque te falta fuerza para respirar, todavía te queda energía de entrega en esas manos tuyas… todavía llenas de tanto, de todo.

Viajo por tus manos y recorro tus brazos, esos brazos que han cobijado mis llantos, mis alegrías, mis encuentros, mis sollozos, mis sueños, mis deseos y mis abrazos intensos e infinitos en el tiempo, esos brazos que caminan unidos directamente a tu alma con el código secreto de tu corazón, ellos, que me han refugiado del miedo tantas veces, que me han sanado heridas incurables, has sabido siempre recomponerme.

Y aquí estoy, observando como tu vida se marcha… despacio, regalando hasta el último tiempo tus formas amables de comprensión, mirando esas manos que tanto me hablan, que me muestran toda la historia de las mujeres de mi clan en una sola imagen y la grandeza de una mujer, que ha sido sobre todo MADRE, dejando a un lado alguno de tus sueños, has realizado el que mejor me ha sabido a vida, el SER MADRE.

Hoy, mientras observo esas manos llenas y llorando de amor por sostenerlas, puedo decir que me siento afortunada y felizmente agradecida por haber compartido mi camino de vida con una mujer  como tú, mi madre.

Extraordinaria MUJER, Excelente MADRE y una persona hecha de AMOR INOLVIDABLE.

«TE AMO MAMÁ, HASTA EL INFINITO DE OTRAS VIDAS»

Maku Sirera Pérez