Te haces vegana, te apuntas a un curso o a mil, te confiesas, te equilibras, cien cursos de medicina natural, una diplomatura en Psicología y un doctorado en Antropología, haces regresiones, cursos de crecimiento espiritual, te conviertes en una obsesa del reciclaje, ecologista, anti 5G, meditas todos los días, experta en piscogenealogía, Transgeneracional, entras en sofrologias intensas, haces de todo para sanar y sentirte en el Nirvana de este mundo, en la unidad celestial o en lo que sea que te da sentipensar, que estás en el camino de la espiritualidad y unidad con el Todo y llega el domingo, te reúnes con la familia y se va todo al Carajo.
Llegas con un millón de intenciones, herramientas, habilidades desarrolladas y practicadas, todas contigo, ordenadas y en fila india detrás de ti misma y con una sonrisa de “esta vez voy a ser La Paz personificada». Al principio, cuando has comenzado ese arduo camino de crecimiento espiritual y personal, acuden contigo tus sombras, de la mano de tus luces y separada de todo lo que no sea lo que decidiste aprender y transcender, con ojos de juez y al mismo tiempo, de bálsamo para tu acciones.
Ellos,«LA FAMILIA EN MAYÚSCULA», totalmente equivocados y habitando la tierra de la incorrección, son observados por «el Ego», y digo El Ego porque ni siquiera reconozco que sea mio, allá por aquellos tiempos de comienzo de crecimiento y sanación de mis heridas. Es tan profundo el apego a «tus asuntos», a generar cambios porque mi vida no funciona y quiero obtener las claves y la llave de la sabiduría, para que los demás cambien y así sentirme más feliz con lo que estoy acostumbrada a hacer, que sin darme ni cuenta y mucho menos ser consciente, habito en el ático de lujo que paga «mi Ego» desde hace años, casi me atrevería a decir que desde los principios de esa decisión de habitar este cuerpo que he elegido, para transcenderlo y amarlo con todas sus culpas y miedos.
En el principio de mi camino de sanación y salvación, (como si se me tuviera que salvar de algo o de alguien), hace algunos años de esto, y sí, desde Ego espiritual, una de sus identidades más difíciles de reconocer y que nos mueve sutilmente por un sinfín de trampas, me vivo. Entre un juicio y otro, ante un abanico de intenciones y explicaciones con diálogos infinitos de que existen libros, cursos, disciplinas, dinámicas, métodos y demás cambios personales y almáticos, (como si yo supiera qué le conviene a los demás o qué necesitan), que los pueden salvar de ese lugar incorrecto en el que yo, después de todo los cursos y demás que he nombrado, sé que se encuentran ellos, sólo ellos y nada más que ellos, «Ja, ja ja». Así, sin comerlo ni beberlo, todavía no soy consciente de que los demás nada tienen que ver con lo que a mi me sucede. Ego, me incita a pensar que son ellos los únicos culpables de mi desdicha, ¡Ay! ¡qué bonico mi Ego! y que bonica yo y mis conversaciones con intenciones ajenas.
El otro necesita… bla, bla, bla. El otro tiene que… bla, bla,bla. El otro debe hacer… bla, bla,bla. Y así, desde este diálogo interno, me encuentro dentro de una rotonda emocional egótica, atesorando pensamientos y acciones que refuerzan este concepto de que la solución y la felicidad, se encuentra fuera de mi y en mis alrededores. Una mágica ilusión que sólo me mantiene sumergida en esa rotonda emocional egótica, transitando en su embrujo inconsciente. Y mientras, los demás, observando ese baile circular de mi misma y mis separaciones, comparaciones y juicios, sin enterarse de qué pretendo y dónde se encuentra todo eso que siento la necesidad de transmitir y cambiar en los demás, para que mi vida esté colmada de felicidad y abundancia.
Desde este lugar, desde estas acciones y viviéndome en «tus asuntos», me pierdo la vida, me pierdo «MI VIDA», y sobre todo, la cantidad de regalos que me he pedido al pactar con todas y cada una de las personas que han pasado y siguen pasando por mis escenarios.
Desde mi nacimiento, bailo con encuentros de seres convertidos en personas, que respetan cada uno de nuestros pactos, interpretando el papel que asumieron con ese sagrado pacto común. Mis padres, los primeros elegidos en mi «engordamiento de consciencia», repletos de regalos para mi, uno a uno hacen de mi vida, un encuentro de planes correctos plasmados en un mapa del tesoro, que me devuelve al amor infinito en conjunción con mis hermanos y todos mis ancestros, estos que respetaron sus encuentros y que hicieron posible que yo y mi yo, nos encontráramos en este mundo de formas.
Partiendo que la familia es todo y toda. Todo encuentro y toda persona que respeta nuestro «hemos quedado a menos cuarto para vivirnos y regalarnos» . Mi creencia es que desde las altas esferas, hay una decisión de amor para cada uno de nosotros, aunque aquí, en este mundo de formas, luego sea juzgado por nuestro Ego y sus identidades, sus comportamientos, sus relaciones y sus alimentos. Nada de lo que nos sucede es ajeno a estas decisiones, a estos pactos sagrados de amor para a ser una con Dios. La familia nos regala infinitos tesoros, desde esa corrección. La familia nos aporta todo cuanto le hemos pedido que dé. La familia, es minucionamente dadora de esos tesoros que se encuentran impresos en nuestro plan de alma y, uno a uno, vamos recogiendo con el mayor de los cuidados.
La familia integra la parte más importante de engordamiento consciente, ella aporta individuos que representan el papel asumido y asignado para cada cometido. Persom’s fracturadoras que nos abren las carnes para dejar paso a la esencia, al amor, a la profundidad de los que somos, rasgando la materia y dejando paso a la luz, a la corrección de esa decisión que pactamos en conjunto, desde la comprensión y el perdón de esa fractura pedida y aceptada por ambos. ¡Te voy a odiar!, ¿Lo sabes? dice mi alma en esa reunión de pactos sagrados, desde el amor infinito. ¡Lo sé! me dice el alma del otro, desde la unidad del acuerdo. ¿Y aún así quieres nuestro encuentro? ¿Estás lista, dispuesta a vernos «a menos cuarto»? le repite mi alma para sellar nuestro pacto sagrado. ¡Exacto, yo también sanaré con este pacto. Gracias! Y el amor nos envuelve y nos sella y nos entrega al plan del alma para encontrarnos, para engordarnos, para sanarnos, para devolvernos al amor y la unidad, para volver a sentir que somos una con Dios y acercar todos nuestros cuerpos, todos nuestros mundos, todas nuestras vidas al amor.
La familia y sus Persom`s facilitadoras, que nos abrigan en el frío de la soledad, de la tristeza, del rechazo y la separación. Ellas, como dulces cantos mágicos, envuelven nuestro cuerpo con bálsamo de vida, para facilitar nuestro camino y convertirlo en un lugar transitable para seguir con nuestro plan de vida, con nuestros pactos de corrección sobre algo que ya es correcto. La familia y sus Persom´s borrador, que salen al encuentro de nuestras lagrimas y las secan con las risas, con el baile, con la música, con cualquier acto de ternura, que haga posible borrar las cicatrices creadas por los sucesos que nos quiebran, o nos mantienen en esa rotonda emocional egótica, dramática y doliente. Borran con su presencia el dolor. Borran con su mirada la soledad. Borran con sus caricias la fría noche del alma.
La familia y sus Persom´s puente, acompañantes y medicina, nos cierran las carnes del alma y colocan oro en sus huecos prestados, colocan calidez, validez y amor convirtiendo la piel de nuestra alma en un lugar para vivir, para soñar, para volver al amor que somos y sentir de nuevo.
La familia, nos abren las carnes, sacan el valor que llevamos, desde una decisión pactada sagradamente y nos las cierran de nuevo con el valor de lo vivido, con la elasticidad de lo aprendido, con el oro del regalo que son, multiplicando vida, engordando nuestra consciencia y sellando el amor en cada paso.
Y transcurre el tiempo con todo lo aprendido, con todo lo vivido y soy consciente que ellos, están desde el respeto de lo pactado, que nada tienen que cambiar, que nada tiene que asumir, que son, para que yo sea. Tomo consciencia que cada uno de los actos que he realizado, eran parte de un plan trazado desde el perdón y que ellos, solamente son la presencia de mi decisión, acompañándome en el aprendizaje y la toma de consciencia.
Nada era para ellos, todo era para mi con ellos. En un baile de encuentros, con la música del respeto sonando, se ha ido orquestando la composición más bella y perfecta que podía vivir, «AHORA» y así la tomo, tal cual es, porque no podía ser de otra forma.
Volver al amor desde un pacto sagrado de AMOR.
Gracias, gracias y gracias.
Maku Sirera Pérez
¡¡QUE GRANDE MAKU!! Felicidades por esa lucidez y facilidad de expresar y compartir. Me encanta leerte. ????Un abrazote de Alma a Alma
Paqui Pérez
Mil gracias Preciosa!! Y gracias por leerme!!!! Un abrazote enorme, de alma! a alma!