«La madre» refugio de vida, contenedora de sueños, guía que te devuelve al amor y te reserva en la vida.
Maku Sirera Pérez
Tiempos pasados me resuenan en la crítica y el juicio hacia acciones hechas por ella, mi madre, que desde la más absoluta de las voluntades, desde el amor más inmenso y ancestral de todas las madres de mi clan, de la historia, del tránsito por esta experiencia humana y de vida, regalaba todo cuanto tenia a su paso.
Pasan los tiempos, los espacios y tomo consciencia del amor más incondicional que jamás he conocido y conoceré, un amor existente por los siglos y en los siglos que vendrán, pues ese amor resuena en el Universo entero por siempre.
Ella, mi madre, tributo del altruismo y sin embargo, tanto he pensado tiempo atrás, que recogía en el dar para sí misma, pues no entendía que pudiera ofrecer tanto sin querer necesitar para ella.
Ella, mi madre, que con tanto amor regalado, rechazó todos sus sueños propios para orientarme a que yo fuera. Incesante en el crear todo un mundo de seguridades para que pudiera caminar sin límites, para que mis legados, formados en carne y sueño, tuvieran todo el cobijo y la abundancia próspera de la propia vida.
Ella, mi madre, himno contenedor de todas las notas musicales que estremecen los cuerpos y despierta la piel de mi alma, cada vez que su olor a eterno, canta en mi inconsciente su pieza amorosamente creadora.
Ella, mi madre, me sigue rompiendo por fuera para dejar salir sin esfuerzo, toda su vida en mis pasos. Mirada de amor que se adentra hasta lo más profundo de mi pasado, de mi presente y lo hará hasta más allá de otras vidas, por siempre.
Sólo con rozar mi mano, abre todo un mundo de sensaciones que me traslada a su embarazo, a ese lugar donde «todo está bien y es perfecto», un lugar seguro y creador para volver al principio, para resetear el dolor, el miedo a la vida y sus peligros y volver al amor de la unión del principio con ella y en ella.
Consciente cuando la miro de su energía, de su potencia, de la vitalidad que tiene aún cuando pienso que se está despidiendo en cada gesto, despacito, sagradamente, con acuerdos amables que me quieren acostumbrar a su ausencia y yo me niego, igual que una niña, como una niña, como cuando era niña, que caminaba por la vida sintiéndola necesaria y eligiendo en cada instante, no necesitarla.
Encontrándome con la lucha de mis lealtades familiares y rechazando todo el amor para sentirme rechazada, creyendo que con esa actitud me hallaría entera y al mismo tiempo, eligiendo una madre contenedora, creadora y dadora de infinito amor, intentando no sentir lo más mínimo el corte de ese cordón umbilical imaginario, sin saber que ella jamás me soltó, aunque así yo lo creyera.
Hoy me siento niña, sigo sintiéndome niña, con la diferencia de que acepto su mirada, reconozco mi necesidad de sentirla, observando su espera y tomando consciencia de su corporal lenguaje, que me dibuja un, «te estoy esperando hija, cuando tu quieras», con una temperatura de tiempo, que eterniza cálidamente nuestra elección de caminar juntas, en esta vida.
Ya no me escondo para decirte que «TE AMO», con el alma descubierta y con la cara frente a la mirada de mi familia y del mundo.
He renunciado a tener miedo de alzar mi voz, mis manos y todos mis sentidos y cantar a los mil espacios eternos, que «TE AMO», reconciliando mi pasado, unificando tu perdón en mi calma, y así, retornando a esos maravillosos años entre risas y llantos, cuando nada más me importaba, tan sólo sentir tu mirada y tus brazos pintando mis días grises y mis años.
Y hoy siento que TE AMO, con cada una de las letras y su significado. TE AMO sin más juicios y sin más esperas.
Hoy siento agradecimiento de tu ser y de tu consentimiento de alma, al aceptar nuestra aventura de madre e hija y todo mi aprendizaje con ella. Siento que mi agradecimiento pasa por regalar a mis hijos, todo lo que me has regalado y me sigues dando, aún hoy con tu silencio y presintiendo tu pronta partida.
Te echaré de menos, mucho, en cada mañana cuando despierte mi cuerpo, en cada noche cuando se adormezca mi alma.
Te echaré de menos sintiéndote necesaria, buscando tu alimento, como bebé que sobrevive y vive con el calor de tu regazo que me vuelve entera, segura y creadora de vida por tus manos.
TE AMO, y desde ese amor elijo dejar mi necesidad y mi egoísmo y te suelto, y te dejo volver a tu esencia, ésa llamada AMOR, que nos ha acompañado a las dos en esta vida nuestra y que me ha engrandecido tanto.
GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS
Si el amor es persona, se llama madre, mi madre.
…Y en tus brazos me recojo y en tu mirada me duermo, segura, tranquila, capaz y cierta, cobijando mis sueños con tus caricias, conteniendo todos tus tesoros para legarlos a mis hijos, imaginando poder ofrecerles una milésima parte del amor que recibí de ti, mi madre, «cántico eterno».
«TE AMO, hasta el infinito de otras vidas»
Maku Sirera Pérez
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