Vaciar estancias para llenar lugares. Abrir puertas dejando corrientes que nos llevan a lo eterno de la vida. Saborear, deleitar, degustar la vida con todos sus sentidos.

Maku Sirera

Preparada y lista para el enojo, fácil tarea aprendida desde la infancia y con la gran inutilidad de servir para poco, ¿O para mucho? ¿O para nada? ¿O para algo?

La rabia, la ira, esa emoción adaptativa que tiene la utilidad de forzar situaciones y sacarnos del lugar donde estamos o decidimos estar desde otra elección visceral, cuanto más apego le otorgamos a una situación o circunstancia, más fuerte será la experiencia que nuestra alma elija regalarnos para provocar la toma de conciencia y por tanto la salida de ella.

Somos seres inteligentes, dotados de todo cuanto necesitamos para encontrar esa solución que vivimos y experimentarla realizándonos como almas, para construir ese camino de vuelta a casa, a la esencia de todo y con el todo y para reunirnos con la fuente creadora, el AMOR.

Vaciando huecos llenos de momentos que nos ha entregado ya la sabiduría adecuada para cada experiencia vivida, es como seguimos degustando el sabor de lo nuevo y de lo aprendido. Sintiendo, deleitando cada instante en esa taza llamada vida, una taza de sabiduría ancestral que contiene todos los secretos del universo en sí y que nos regala en cada instante el pintarla del color que elijamos observar y mirar desde nuestro descansar.

Llenarla de movimiento denotando una calidad vivaz y completa, mezclando ingredientes que en su soledad representan abundancia y dulzura o de lo contrario amargura y austeridad y sin embargo, en su fusión forman un alimento emocional para el alma que nos trasporta al lugar en resonancia con la vida siendo el adecuado para nuestro transcender.

Bendición o lección, extrayendo el aprendizaje de cada sorbo, unas veces deteniendo su calor en nuestro cuerpo y en otras ocasiones tragando rápidamente la amargura como si con ello no quisiéramos ni siquiera el tacto.

¿No sería mucho más fácil y menos quebrante vaciar la taza de ese líquido amargo que nos quema la existencia? ¿Acaso si nos detenemos en el observar de esos secretos y utilizamos esa sabiduría ancestral que todos llevamos inclusa, elegiríamos vaciar esa sustancia y limpiar la porcelana del alma para dejarla reluciente y lista hacia la siguiente hidratación? Lo sería, casi yo lo aseguraría.

La buena noticia es que nada es erróneo en nuestro absorber, en nuestro tragar, en nuestro incluir, en nuestro integrar, en nuestro rozar o mezclar. Las emociones nos trasladan, nos transportan, nos transcienden de un lugar a otro de nuestra mente, como bien lo hace una taza de vitalidad que estimula nuestra piel interna y externa y con ella todo nuestro «SER» y nuestro ser.

Comparando el deleitar de una taza de té con la vida, metafóricamente expresado en sentidos que experimentar, diría entonces que la taza es el lugar donde se desenvuelven nuestras experiencias de vida, donde elegimos vivirlas, depositarlas y expresarlas desde lo tangible y material, sin embargo tan sólo un liquido que elijamos rellenar en ella será el protagonista en cada instante, disparando un sin fin de sentidos, de emociones, de sentimientos, de acciones y reacciones y de millones de aprendizajes en nuestro paladar espiritual.

Vaciar para llenar o en ocasiones dejar rebosar para con el continuo flujo de la entrada de nuevos tiempos y a través de esa mezcla de líquidos vitales, podamos limpiar y transcender diferentes sabores, diversos tactos salivares, olores que nos reconfortan desde el aprendizaje de nuestras capacidades y de nuestros sentidos a nuevas experiencias desde el disfrute de uno mismo y de todo lo que somos capaces de vivir.

Un «basta» puede ser el comienzo de lo eterno, un «basta» nos arranca en ocasiones sabores de vida que, a pesar del sinsabor, bebemos y engullimos como si no tuviéramos nada más, como si con el interrumpir de ese tragar muriéramos o desapareciéramos, nada más lejos de la realidad del AMOR del Universo, pues Él, incansable manantial de creación es inagotable hidratación para nuestra alma y sólo espera que elijamos su elixir para tomar conciencia de que la vida es eterna como eterna es nuestra alma.

Con un «Basta» comienza todo, vaciar para llenar, derrochar para colmar… con un «Basta» continúa el avance y la experiencia de este maravilloso lugar llamado vida. Vaciar rencores, odios, resentimientos, ruinas, desamores, carencias, apegos, controles, culpas, miedos, castigos, miserias, dependencias, humillaciones, soledades, penurias, llantos, pérdidas…. y llenarlo de bondad, abundancia, libertad, independencia, amor, perdón, experiencias, caridad, alegría,  dinero, energía,  encuentros, abrazos, besos, risas, familia, amigos, miradas, conversaciones, juegos, caricias, palabras, regalos, complicidad, implicación, valentía, motivación,  fortaleza, capacidades, compromiso, gratitud, nacimientos… y elegir darnos el permiso y aceptarlo para disfrutar ahora de una buena taza de vida.

Yo, voy a recoger mi taza entre las manos de mi alma y pintarla con colores que contengan amores, disfrutes y compromisos, resguardando en su interior el calor humano, el sabor a alma, el olor a nuevo y el tacto a eterno… vaciando primero para llenarla de nuevo.

Maku Sirera