En mi mente se fabricó un laboratorio, con las materias primas de mi corazón.
Maku Sirera Pérez

 

 


Las palabras son poderosas, son energía que se convierte en realidad escuchada y asumida.

Ya sabemos que la energía no se destruye se transforma. Todo en el universo es energía en constante transformación, en movimiento, en cooperancia con lo inevitable de ese movimiento y de la energía.

En el caso de las palabras, ellas, también lo son y llevan la energía de la intención de quien las emite, convirtiéndose, en algunas ocasiones, en fuente de calma y amor y transformando el momento y la vida tanto de quien las recibe como de quien las emite. Cuando la materia prima que ha sido utilizada para crear las palabras es; certeza, autoestima, amor propio, inocencia, comprensión, entendimiento, unión, empatía, calma, quietud, paz, amor, observación, respeto, cooperación, aprobación propia, reconocimiento propio, colaboración y cualquier energía que circule en el mismo campo por vibración al mismo, ésta generará pensamientos evocados a emociones que crearán palabras llenas de esta energía. Será inevitable contagiarse de la misma, será inevitable la transformación por pequeña que parezca, tomando la posibilidad de crear un espacio en el universo para vivir un instante físico con esa materia prima.

Sin embargo, esto mismo puede cambiar por completo en milésimas de segundo si cambiamos la materia prima con la que creamos estos pensamientos y/o emociones. Si esa materia que elegimos, bien sea consciente o inconscientemente es; rabia, rencor, odio, separación, impotencia, miedo, CULPA, sufrimiento, dolor, desidia, desamor, venganza, juicio, condena, castigo, competencia, envidia, resentimiento, altanería, manipulación, mentira, aprobación ajena, reconocimiento ajeno y cualquier energía que circule en el mismo campo por vibración al mismo, ésta tomará la forma sibilina de finísimos cuchillos, que entrarán y ahondarán en lo más profundo del ser, rompiendo todo el tejido que encuentre a su paso, lastimando, rasgando y separando lo que encuentre en su camino y liberando partes de Ego que se activan con el mínimo dolor ante la separación. Vivir con el alma separada de nuestro ser, de lo que realmente somos, es profundamente doloroso y nos llevará a una búsqueda constante de reparación de ese dolor al sentirnos separados.

Cuando nuestro amor vive empequeñecido, enclaustrado, empobrecido, encerrado, recluido, incomunicado e ignorado,  «NO PERTENECEMOS» y eso, que es inconcebible para el ser , nos causa un dolor intenso que se manifestará con experiencias, sensaciones o síntomas que tendrán un sólo objetivo, PERTENECER, seguir unidos al principio de la historia de cada individuo. Nuestro cerebro que está diseñado con el orden de la pertenencia, hará lo imposible por reparar esta separación. No estamos diseñados para vivir separados, no hemos sido creados para la individualidad única. La separación es adoctrinada por la sociedad como si se tratara de algo normal, como si esta forma de comunicación fuera signo de madurez sin embargo, nada ni nadie existe y mucho menos VIVE AISLADAMENTE.

En la mayoría de las ocasiones, nuestro comportamiento de repetición de acciones y de patrones, es la forma que tiene nuestro personaje de intentar parar el dolor, sumando más dolor a la vida, pues camina como animal encerrado y aislado, intentando encontrar la libertad que lleva dentro y sentirse útil para el entorno y para él mismo.

Dónde hay dolor hay que colocar amor, pues éste es causado por la separación, por esas finísimas agujas que han entrado en nuestro interior y han ido separando nuestro tejido emocional del resto. El amor es la base de volver a la unidad, el amor es la base de la energía en movimiento, el amor es el principio de cualquier sanación que nos vuelve a la existencia de la pertenencia y de la vida.

Podemos comenzar con nuestro diálogo interno, comenzar con nuestra aprobación a la propia inocencia. Aprobación a la propia certeza, al concepto de que no somos erróneos, hacemos lo que podemos desde el conocimiento de ese momento y como mejor hemos sabido. Pararnos en la presencia del momento, detener nuestro HACER y observar, reclamarnos en el amor que somos, detener el tiempo un instante y abrazar ese instante como lo único existente y darnos VALOR, darnos MERECIMIENTO, darnos APROBACIÓN Y RECONOCIMIENTO de vida y pertenencia a la misma, eligiendo palabras para sumar, aportar, unir, generar paz….. que sean creadas con la misma materia prima de la que estamos creados. AMOR.

Si he vivido en un entorno de desmerecimiento, de desvalorización o de agresión, trataré a mi entorno desde esa mirada deshumanizada, desde esa inconsciencia de estar separado, hasta que me sienta capaz de detenerme, de sentirme perteneciente, sentir que haga lo que haga NUNCA dejo de pertenecer al ser, siempre soy UNO CON DIOS, pues su esencia que es la mía, existe por y para la eternidad. Cuando soy consciente de esto y tomo consciencia de la unidad que soy, el sufrimiento ya no tiene sentido y la libertad de tomar mi entorno se hace forma.

Las palabras crean realidades de certeza, de unidad, de consciencia o de todo lo contrario. Si somos conscientes del poder de su energía, de que tenemos la capacidad de transformar el mundo con ellas, de transformar la realidad que creemos vivir y todo lo que con ellas rozamos, nos sentiremos con la responsabilidad de detener un instante su emisión y observar con que materia prima las estamos lanzando al universo.

Tenemos la capacidad de vivirnos mirando la vida por una ventana, pensando que no pertenecemos al amor, a la esperanza de que todo es, o abrir la puerta de nuestra esencia y vivirnos en la inmensidad y la libertad de pertenecernos, de sentirnos energía y formar parte de ella.

LO QUE DAMOS, NOS LO DAMOS. LO QUE NO DAMOS, NOS LO QUITAMOS. (Jodorowsky)

La paz, es una elección constante de madurez.

 

Maku Sirera Pérez