Y si no me identifico, si no creo estar separado, ¿Cómo sé que soy yo?

Maku Sirera Pérez 

Ego, esa parte de nosotros necesaria y que nos pertenece formando parte de nuestro todo, una parte o muchas partes. Como porciones de un pastel que no resta el sabor de cada trozo porque ingieras partes o trozos.

Ego y sus identidades, como  un equipo honesto de relaciones amorosas entre ellos que sólo tienen una única intención en su atención «la supervivencia», pues sólo así se asegura su propia existencia.

Ego como guardián absoluto de nuestra vida que egoístamente le conviene pues mientras nosotros sobrevivamos él existirá en la eternidad de lo eterno.

Ego programador de lealtades sustentadas en creencias básicas de desmerecimiento para,  inconscientemente, reclamar mostrar atención y reconocimiento depositando  la culpa en lo ajeno, retornando como  un bumerán hacia nosotros mismos.

Ego manipulador que se disfraza de víctima o victimario, según le convenga, para seguir fomentando la supervivencia, haciendo hincapié en grandes peticiones de amor y de obtención, utilizando la culpa como herramienta y el sufrimiento como  sofá de posturas, que incómodamente nos mantiene para alimentar el cuerpo que sustenta ese disfraz de víctima.

Ego espiritual y dogmático que ejerce una potente fuerza hacia ese lado de falsa humildad, defendiendo la razón ante cualquier sugerencia o exposición para rebatir que con toda su sabiduría adquirida tiene que utilizar su conocimiento para ayudar a salvar las almas pérdidas.

Entre Ego y Ego, entre un extremo y otro se encuentra el amor, la intención a toda opción de sobrevivir y transigir en velocidades de tiempo y espacio que nada juzga ni emite juicio alguno, sólo AMA.

Ego,  sabemos que no hace amigos y tampoco rehenes y que es su conducta es 100% asesino emocional y, bajo el cristal del control, «siempre, siempre, siempre» quiere tener razón y obtener reconocimiento en ello.

Sin embargo en todas las etapas que el ser humano necesita individualizarse para SER, para encontrase, para conocerse es necesario dejar entrar a Ego en calidad de director de escenarios y teatros. Él solito es capaz desde su dominio, su control y ese afán separador de esencias, lograr que el cordón umbilical imaginario que muchos seres humanos llevamos en nuestro inconsciente a diario, se rompa,  se desvanezca para crear un parto de identidad propia y madurez.

Ego biológico nos ayuda a lograr un espacio propio en la infancia, rompiendo en cada etapa una parte de ese imaginario cordón. Luego en la adolescencia lo sentiremos más empoderado, capacitado y altanero para, singularmente, ejercer presión entre papá y mamá y el adolescente.

La adolescencia,  sea quizá,  una de las fases más bonitas para la naturaleza de Ego y tan necesaria para el propio adolescente y para los padres y familiares. Él  se entrega honestamente a su trabajo y pone empeño en conseguir la separación…. tan necesaria y vital.

Sin embargo, no debemos olvidar que los Egos se reconocen entre sí y se activan en programación como si vivieran en una guardería llena de juguetes extraordinarios que necesitan imperiosamente un propietario, y además demostrarlo.

Ego es un ente que vive y convive en la individualidad de todo el colectivo, tanto social como familiar,  como lo puede ser el propio inconsciente e incluso, me atrevo a decir, «EL AMOR».

El AMOR quiere lo mismo que Ego, que vivamos por encima de nuestros propios deseos en hacerlo, sin embargo ejercen ese impulso desde lugares distintos y con fines opuestos. AMOR existe en todo para que vivamos. Ego subsiste para todo para que sobrevivamos. Sutil cambio de conceptos que cambia el sentido al resultado y al propio resultado en sí.

El AMOR está, es, sin juicios, sin lamentos, sin quejas, sin comparaciones, altruistamente,  con toda la paciencia del que no espera porque tiene la certeza de ser buscado y de fácil encuentro, pues así está diseñado. Habita en el lugar de la vida sin permisos y pace calmo en el perdón que ni siquiera necesita ser usado ni entregado.

Ego está, es, sin embargo necesita reconocimiento y aprobación y por tanto juzga a todo y a todos. Su gran manjar es la culpa, la fustigación, el sufrimiento y el castigo y «siempre, siempre, siempre» quiere tener razón, con o sin espectativas, con o sin autorización. Mantiene su necesidad en el control y su cooperación es interesada y contenedora de exigencias y reproches.

La adolescencia tiene urgencia de Ego y también lo tiene de AMOR,  y como tal lo hace presente en casi todo momento, activando con este parecer todo un protocolo de separación que si no se da, la madurez, el orden y el propio AMOR tendría graves problemas para hacerse presente en el desarrollo y crecimiento de los adolescentes.

Ego en su presencia reclama AMOR, el AMOR sin embargo incluso ama a Ego en su totalidad y desde ese respeto que el AMOR ejerce, lo deja ser libre para que haga su papel identificador, pues AMOR es certeza y su piel está tejida de perdón.

Nuestros adolescentes no son rebeldes,  ni con falta de valores, que acaso de esa falta seamos  más responsables nosotros que ellos. Ego les ayuda a madurar, pues en un sistema social excesivamente protector, Ego se encuentra en su salsa y baila cualquier estilo con tal de autogenerarse diversión e imaginariamente control.

En la dualidad natural y existente se encuentra una única energía que habita en lados opuestos, que contribuyen al mismo fin. Vivir!!!

En la adolescencia Ego… tan necesario para los pequeños cachorros que lo están dejando. Necesario es pues ofrecer AMOR para este trance y dentro de esa energía debe ir incluida como parte integrante e indivisible la compresión, cocinada a normas y rebañada con un poco de deliciosos límites.

Ego que en el fondo y en la forma busca AMOR.

Maku Sirera Pérez