Abrazar, reinicia los tiempos y borra las huellas del dolor.

Maku Sirera Pérez

Cuándo no te abrazan de pequeño, creces normalizando la ausencia, se paraliza la piel y la expones sólo para protegerte.

Cuándo no te abrazan de pequeño, tu columna se doblega ante tu corazón, para sentir el latir de las emociones.

Crecer con ausencia de caricias es crecer ausente, desvalorizado y falto de amor merecido, tu alma emite gritos de dolor en silencio, mostrando la inclinación al amor en la columna vertebral de la vida.

Te vuelves buscador de espacios, buscador de sentimientos, de miradas y latidos que te observen con derecho a roce de valentías, buscas y buscas que las experiencias reactiven la circulación por la piel del alma.

Derecho a roce con dolor y caos, envueltos en sonrisas injustas que te envuelven en ternura propia.

Cuándo no te abrazan de pequeño, te vives en cada mirada, con la lejanía del dolor de no sentir derecho a la vida.

Cuándo no te abrazan de pequeño, vives desde el desmerecimiento al amor compartido, ofreciendo una petición constante de abrigo, deseando quitarte, de una sola vez, la sensación del frio eterno.

Cuándo no te abrazan de pequeño, normalizas la separación y la conviertes en reclamo de otros, añoras la caricia sin saber que es lo que añoras, acercando tus experiencias de vida a la semejanza de esa añoranza.

Te vives triste, sin saber de tristezas.

Te vives falto, sin saber que falta.

Te vives urgente, sin saber de qué huyes.

Te vives en el corazón de otros, sin ser tú, te ausentas de ti mismo porque no te abrazaron de pequeño y eso, paró tu piel y tu alma se quedó encerrada en el cuerpo de un pasado.

Abrazar reinicia los tiempos y borra las huellas del dolor.

Maku Sirera Pérez